Análisis / 8 de octubre de 2013 / Tiempo de lectura: 5 min.

Nº 65. La guerra en las coyunturas de negociación: Tlaxcala – El Caguán – La Habana

¿Qué tan fortalecidas militarmente llegaron las FARC a La Habana? Hoy realizan más acciones que requieren un menor esfuerzo militar. Las que exigen un alto esfuerzo, tienden a desaparecer. Informe FIP

Los años en que las FARC protagonizaban grandes acciones que demandaban un alto esfuerzo militar como las tomas de pueblos, quedaron atrás. Hoy, por el contrario, su esfuerzo militar es mucho menor, ya que han concentrado su accionar en activar artefactos explosivos y en volar tubos de oleoductos, torres de energía y vías férreas.

Así se desprende del informe de la FIP, La guerra en las coyunturas de negociación: Tlaxcala – El Caguán – La Habana, que analizó las acciones armadas de las FARC durante el preámbulo de las tres últimas negociaciones de paz para saber qué tan fortalecidas llegaron a La Habana. Y la gran conclusión es que esta guerrilla ha perdido el poder ofensivo que tuvo en el pasado.

Según el informe, la capacidad militar que las FARC demostraron tener durante los tres años anteriores a los procesos de paz que adelantaron los gobiernos de Cesar Gaviria y Andrés Pastrana, es muy diferente a la que emplearon en la antesala de las negociaciones actuales.

“El aumento de las acciones de menor esfuerzo militar y el repliegue hacia zonas de frontera alejadas de los principales centros administrativos y políticos del país, en vez de indicar un fortalecimiento de las FARC, revelan una significativa pérdida de las posiciones estratégicas y del poder ofensivo que tuvieron en el pasado”, dice el informe.

Los investigadores de la FIP emplearon una metodología elaborada por la Dirección de Justicia y Seguridad del Departamento Nacional de Planeación, que plantea que los actos violentos cometidos por los grupos armados exigen diferentes grados de esfuerzo militar. Según esto, cuando el conflicto es de baja intensidad se desarrollan acciones que comprometen al mínimo las capacidades armadas de estos grupos, mientras que cuando el conflicto se agudiza, realizan acciones que requieren mayor cantidad de recursos militares.

La capacidad militar que las FARC demostraron tener durante los tres años anteriores a los procesos de paz que adelantaron los gobiernos de Cesar Gaviria y Andrés Pastrana, es muy diferente a la que emplearon en la antesala de las negociaciones actuales.

Por ejemplo, al cruzar las cifras de las acciones militares que fueron iniciativa de las FARC con los combates que se dieron por decisión de las fuerzas armadas entre 1988 y 2012, solo en 1991 y 1998 el accionar guerrillero superó la iniciativa estatal, años que coinciden con el inicio de las negociaciones de paz con los gobiernos de Gaviria y Pastrana.

En 1991, por ejemplo, las FARC protagonizaron 24 acciones de necesitaron de una masiva movilización de recursos armados y logísticos. Muchas de ellas fueron una retaliación al ataque a Casa Verde, sede del Secretariado.

En 1998, ocurrió algo muy parecido y estas acciones de alto impacto estuvieron por encima de las 15. Entre ellas están los ataques a las bases militares de Puerres en Nariño y Las Delicias en Putumayo, seguidas por el ataque a la base militar de La Carpa en Guaviare y la ofensiva militar contra la base de Patascoy. En ese año, “los ataques se intensificaron a partir de marzo con la incursión a las instalaciones militares de El Billar en Caquetá, a las estaciones de policía en los municipios de Miraflores (Guaviare) y Uribe (Meta), y la toma de Mitú, capital de Vaupés”.

Todo empezó a cambiar en 2007. El informe muestra que aunque entre 2008 y 2012 se incrementaron las acciones de las FARC, estas se ciñen a una nueva táctica de guerra de esa guerrilla que consiste en “golpear en pequeños grupos, realizar sabotajes y/o ataques contra infraestructura económica, y volver a la retaguardia”. Es por eso que los ataques que requieren un esfuerzo medio –como los hostigamientos y las emboscadas–, y aquellos de bajo esfuerzo militar –como ataques contra la infraestructura y la activación de artefactos explosivos–, cobran todo el protagonismo, mientras que los de gran envergadura disminuyen. Según la FIP, esto se debe a los duros golpes que recibieron las FARC por parte de la Fuerza Pública desde 2002 hasta 2010.

Así las cosas, las acciones que requerían un alto esfuerzo militar, como ataques a instalaciones de la Fuerza Pública y a poblaciones (las cuales constituían el 40% en 1988), desde 2007 y hasta 2012 no representaron más del 10% anual, siendo casi inexistentes en 2012, cuando empiezan los diálogos de paz con el gobierno de Juan Manuel Santos. Por el contrario, las acciones calificadas como de bajo esfuerzo militar son hoy las más frecuentes y representan el 60% de las acciones.

Según los cálculos de la FIP, se pasó de 39 de estas acciones en 2010 a más de 100 en 2012. “Esto demostraría que el aumento reciente del accionar de las FARC en vez de indicar un fortalecimiento, revela lo contrario: la perdida del poder ofensivo que tuvo esa agrupación guerrillera en los momentos en que inician los anteriores diálogos de paz (Tlaxcala y El Caguán)”.

Otro de los hallazgos de la FIP es que en los años que anteceden a las negociaciones de paz en La Habana, se presentó una disminución en la geografía del conflicto con respecto a lo que ocurrió en el Caguán. Se pasó de 454 municipios afectados entre 1996-1998, que fue la época de mayor crecimiento de las FARC, a 330 entre 2010 y 2012, que es donde actualmente se concentra el conflicto. Se suma, que en el 53% de los municipios que hoy son blancos de ataques, los combates por iniciativa de la Fuerza Pública (943) superaron a los de las FARC (551).

La FIP también concluye en su informe que la confrontación se ha ido desplazando hacia las zonas marginales y de frontera, “lejos de los centros regionales, capitales de departamento y ciudades intermedias, reduciendo el riesgo que estas representaban en términos de proximidad a los centros político-administrativos más importantes del país”. Sin embargo, la FIP insiste en que no hay que desestimar el valor de las fronteras ya que permiten el refugio, la movilidad y el tráfico de insumos, armas y narcotráfico.

Para la FIP, aunque la actividad armada de las FARC persiste, no se puede hablar de que están fortalecidas militarmente. El empleo de acciones de poco esfuerzo militar, sumado al repliegue a zonas de frontera y el distanciamiento de los principales centros de poder, es muestra de su debilitamiento actual.

 

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