FIP Opina / 17 de mayo de 2017 / Tiempo de lectura: 6 min.

477 días después, Santos vuelve a Washington

Será muy difícil para Santos convencer a Trump de que las FARC son buenos aliados para la sustitución de cultivos

Esta columna se publicó el 17 de mayo de 2017 en semana.com Leer columna original

Han cambiado tantas cosas en ambos países que parece haber corrido más tiempo. Lo cierto es que solo han pasado 477 días desde que las banderas de Estados Unidos y Colombia se entrelazaban en cada uno de los postes de la Avenida Pennsylvania, como parte del protocolo por la invitación de Estado que el presidente Obama le ofrecía al presidente Santos en la Casa Blanca. El 5 de febrero de 2016 los dos presidentes cerraban con un apretón de manos en la oficina oval, el fin del Plan Colombia y el inicio de la Paz-Colombia. ¿Cómo no contagiarse de optimismo?

En 477 días pasó lo impensable tanto aquí como allá. El candidato republicano del que a diario se burlaba la prensa mundial es hoy el presidente número 45 de los Estados Unidos; y el plebiscito por el Sí a la Paz al que todas las encuestas le daban un margen amplio de victoria, perdió contra el No. La agenda común de los dos premios Nobel de Paz (uno galardonado y el otro por galardonar) fue derrotada en las urnas. ¿Cómo no llenarse de incertidumbre?

En 477 días vimos el tránsito desde el optimismo hacia la incertidumbre por la paz de Colombia. Cuando se anunció el paquete de ayudas para la Paz-Colombia el reto era frente a 112.000 hectáreas de coca, hoy la cuenta va por 188.000 según la CIA, y todos allá y acá saben que los cultivos siguen creciendo. Vuelve el hectareaje de la coca a los niveles elevados de finales de los años noventa, el mismo punto de partida de donde tuvo que arrancar el Plan Colombia de Clinton y Pastrana.

Han pasado 477 días en los que en Colombia no se asperjó ni una sola mata de coca. Se guardaron los aviones AT–802 que fumigaban con glifosato y se anunció un gran Plan B contra la coca. La nueva estrategia estaría centrada en contra de los eslabones superiores de la cadena –grandes narcos, sus rutas y laboratorios– y el garrote sería sustituido por zanahoria en las zonas rurales que el Estado recuperaría gracias a la paz. Trump se sentará hoy frente a Santos sabiendo que la mayor parte de ese publicitado Plan B solo existió en el power point.

Transcurrieron 477 días en los que se firmó y refirmó el acuerdo con las FARC, primero en Cartagena y después en el Teatro Colón de Bogotá, donde la guerrilla se comprometió en materia de narcotráfico a: “poner fin a cualquier relación, que en función de la rebelión se hubiese presentado con este fenómeno”. Y por ahora todo indica que han cumplido. Como organización las FARC salieron de la intermediación en la compra de la base de coca entre campesinos y narcos, hoy los laboratorios y las rutas de la cocaína ya no les pertenecen, aunque sigan existiendo.

La “desnarcotización” de las FARC es una de las principales causas de la caída de los precios de la base de coca en las veredas desde Nariño hasta el Catatumbo. Allí la gente está enterrando los kilitos procesados esperando que nuevos compradores vuelvan y los precios mejoren, no son ingenuos, lo han vivido antes y saben que el mercado de la coca se estabilizará más temprano que tarde.

Tras 477 días desde el lanzamiento de la Paz-Colombia, algunas cosas no han cambiado. Las FARC siguen siendo consideradas una organización terrorista por el Gobierno de los Estados Unidos, lo que marca una de las varias grietas en las relaciones entre Washington y Bogotá. Será muy difícil para el presidente Santos convencer al nuevo gobierno republicano de que las FARC son buenos aliados para la sustitución de cultivos de coca, y confiar en que después de más de 30 años de estar haciendo lo contrario, las FARC serán promotores locales de la legalidad y el desarrollo.

Tras 477 días desde el lanzamiento de la Paz-Colombia, algunas cosas no han cambiado. Las FARC siguen siendo consideradas una organización terrorista por el Gobierno de los Estados Unidos, lo que marca una de las varias grietas en las relaciones entre Washington y Bogotá

De los últimos 477 días al Gobierno de Santos le queda aun una carta por jugarse, la única cifra de éxito en la lucha antinarcóticos. Con las 375 toneladas de cocaína incautadas en mares, puertos y ríos el año pasado, Colombia no solo es el mayor productor de cocaína en el mundo sino también el mayor “incautador”.

Si algún periodista en las múltiples ruedas de prensa en Washington pregunta qué tan fiable es esa cifra, lo correcto es explicar que es un autorreporte, que estas incautaciones no son los datos arrojados por los procesos judiciales y que las cifras de toneladas incautadas son vulnerables a la duplicidad y el sobre registro. En todo caso, en ningún otro eslabón de la lucha contra el narcotráfico hay resultados comparables.

Durante 477 días en poco ha mejorado la coordinación entre entidades del Estado colombiano. La agenda de seguridad y la agenda de desarrollo aun no convergen en los territorios. Se creó una agencia para la sustitución de coca, que lleva meses girándole cheques sin fondos a las comunidades, firmando una veintena de acuerdos de sustitución que no tienen una base presupuestal seria. Acuerdos que gradúan a las FARC como voceros de las mismas comunidades a las que sometieron durante décadas y que sin darse cuenta están incubando una radicalización en las relaciones de las comunidades rurales con el Estado.

Muy bien debe caer en los Departamentos de Defensa y de Estado de Estados Unidos, el nombramiento del general Naranjo como vicepresidente de la República; saben que si alguien puede liderar las instituciones y corregir el rumbo es él. En Washington –al igual que acá– se deben estar preguntando si el presidente Santos le dará el poder y las herramientas para hacerlo o si mantendrá la autarquía institucional que se ha visto.

Van 477 días en los que el Clan del Golfo se expandió y se fortaleció bajo una estrategia de uso moderado de la violencia. Aunque la Policía Nacional reporte lo contrario, no hay tendero, ganadero ni mototaxista del Urabá hasta Córdoba que no esté censado y les pague extorsión. Y este sí que puede ser un tema incómodo de la reunión de hoy, porque para Trump existe una linealidad entre el fortalecimiento financiero de los carteles de la droga, la generación de violencia en Centroamérica y la presión del crimen local que impulsa la migración de miles hacia el norte.

Que el Clan de alias Otoniel, Gavilán e Inglaterra siga sólido en sus rutas hacia Centroamérica y además combine narcotráfico con tráfico de migrantes por el Darién, significa un golpe directo a las promesas de campaña de Trump, un desafío a su base electoral que espera medidas definitivas contra la migración latina.

En 477 días nadie ha cuestionado en el Gobierno Federal los resultados altamente favorables del proceso de paz en la seguridad de los colombianos y su impacto en la región. Los dividendos de la paz son innegables, un solo registro pesa más que todos los demás: en 2016 tuvimos la cifra más baja de homicidios en 42 años.

Hoy la paz en Colombia no está bajo evaluación, eso es un logro histórico e indiscutible del presidente, los negociadores, nuestra fuerza pública y de todos los colombianos, la pregunta de fondo es otra: ¿Será sostenible?

 

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