Análisis / 10 de mayo de 2016 / Tiempo de lectura: 6 min.

Las dos caras de la reducción del homicidio en Colombia: logros y retos para el postconflicto

Mientras el conflicto armado se desacelera y disminuyen las disputas entre bandas criminales por la supremacía del clan Úsuga y el debilitamiento de las demás, van saliendo a la luz otras dinámicas que hay que valorar con cuidado de cara al postconflicto. El nororiente de Antioquia es la región más crítica, en especial porque allí querría terciar el ELN. También preocupa la incidencia del narcomenudeo en las ciudades. Análisis FIP

La buena noticia es que el homicidio sigue descendiendo. Primero porque las muertes que producía del conflicto armado con las FARC han caído sustancialmente. Segundo, porque las disputas entre bandas criminales han mermado en la medida en que se han debilitado los Rastrojos y los bloques Libertadores del Vichada y Meta (estos últimos se fusionaron en los llamados Puntilleros), y el clan Úsuga ha ganado predominio. Antes las bandas eran más parejas por lo que las disputas estaban a la orden del día e incidían en la violencia homicida. El tercer motivo para la disminución tiene que ver con que en algunas ciudades se han dado acuerdos entre bandas o unas tienen más poder que otras. Así se desprende del informe anual que realiza la Fundación Ideas para la Paz (FIP) sobre el comportamiento del homicidio en el país.

El proceso de paz con las FARC ha aportado, sin duda, a la disminución de los homicidios, sobretodo en algunas regiones de la Orinoquía y la Amazonía. El departamento del Meta, que sigue teniendo tasas altas pero mucho menores que en el pasado, es uno de los más beneficiados, con excepción de Puerto Gaitán, un municipio donde hay presencia de bandas criminales. Algo parecido sucede en Guaviare y Caquetá, donde las FARC tienen viejo arraigo.

Hay otras regiones donde confluyen FARC y bandas criminales que también se han visto favorecidas no solo porque esta guerrilla disminuyó su accionar sino porque los enfrentamientos entre bandas cayeron. Sobresale Tumaco, con 65 homicidios por cada cien mil habitantes. Allí, las FARC siguen teniendo una fuerte presencia, los Rastrojos perdieron su poder y no hay evidencia de que el espacio lo haya llenado otra agrupación criminal, a pesar de que en los primeros meses de 2016 se rumoró sobre la llegada del clan Úsuga.

También se destacan las tasas a la baja de Buenaventura y Cali, aunque la FIP advierte que en la primera predomina el clan Úsuga y en la segunda hay alianzas entre bandas, capos que han quedado libres y narcos que trabajan solos. Son dos ciudades que hay que monitorear.

El proceso de paz con las FARC ha aportado a la disminución de los homicidios, sobretodo en la Orinoquía y la Amazonía
Homicidios en Colombia, 2015. Elaborado FIP con datos de Policía Nacional.
Homicidios en Colombia, 2015. Elaborado FIP con datos de Policía Nacional.

En la región del Catatumbo las guerrillas mantienen el predominio y le han cerrado el espacio a bandas criminales, que persisten pero debilitadas bajo la denominación de los Pelusos, que no son otros que aquellos que manejó alias Megateo, disidente del EPL que se criminalizó. Allí los homicidios siguen siendo altos pero han disminuido en los últimos cuatro años. La situación no deja de ser complicada en esta región fronteriza, pues persisten los cultivos de coca.

La tendencia a la baja también se aprecia en Meta y Vichada donde se concentran los llamados Puntilleros, una de las tres organizaciones recientemente denominadas GAO (Grupo Armado Organizado) junto a los Pelusos y los Úsuga, a las que el Gobierno autorizó bombardear. El monitoreo de la FIP no registró disputas en estos departamentos que hubieran incidido en la violencia homicida en 2015. Por el contrario, hay evidencia de que los Puntilleros están vinculados a los Úsuga.

La FIP aplaude las disminuciones en el homicidio, pero señala que en ciertas zonas del país se están presentando nuevas dinámicas a las que atribuye el alza de varias tasas en 2015. Así sucedió, por ejemplo, en el Cauca, cuando las FARC rompieron la tregua entre mayo y julio. El accionar del ELN también elevó las muertes así como los enfrentamientos entre bandas criminales, que aunque han disminuido, siguen pesando. “De particular importancia es identificar zonas donde el ELN querría disputarle espacios a las bacrim”, advierte Rodolfo Escobedo, autor del informe.

De todas las regiones, la que más preocupa es el nororiente de Antioquia (parte del nordeste, el Bajo Cauca y el noreste) donde las tasas de homicidio son altas o muy altas. Allí confluyen la minería del oro, el narcotráfico y hay bandas criminales y guerrillas. En 2015, lo novedoso fueron las disputas entre los Úsuga y el ELN, en especial en el Bajo Cauca, señal, dice la FIP, de que esta guerrilla estaría dispuesta a llenar el vacío que dejen las FARC o busque abrirse espacio donde el Estado debilite a las bacrim. En el norte de esta región, en las zonas más montañosas, las FARC han predominado por años y lo siguen haciendo, por lo que cabe preguntarse qué podría pasar tras la firma de los acuerdos de paz. “Es un corredor importante de droga y la parte alta le daría, a quien se asiente, ventajas para incidir en el Urabá, los Valles del Sinú y el San Jorge, el occidente Antioqueño y el Bajo Cauca”, dice el informe.

Al analizar las tasas de homicidios en las ciudades, la FIP vuelve a destacar las mejoras, incuestionables en los casos de Medellín y Cali, pero alerta sobre la incidencia que están teniendo las disputas por el expendio de drogas al menudeo y la pequeña extorsión, particularmente en Barranquilla y Bogotá. Comparando lo que ocurrió en 2015 en las 27 ciudades más pobladas del país, Escobedo encontró que en Palmira, Armenia, Barranquilla, Popayán, Villavicencio, Valledupar, Sincelejo, Ibagué e Itagüí, la situación empeoró con respecto de 2014.

La región que más preocupa es el nororiente de Antioquia. Allí confluyen minería, narcotráfico, bandas y guerrillas

El caso de Palmira, en el Valle del Cauca, es alarmante ya que
su tasa empeoró en un 41%: pasó de 47 a 66 hpch. Allí inciden estructuras organizadas y no se puede descartar que se hayan “(…) refugiado integrantes de estructuras criminales provenientes de Cali”. En Armenia, donde el deterioro fue del 32%, las autoridades insisten en que la mayor parte de las muertes tienen que ver con el expendio al menudeo. En Cartago, muy cerca de Pereira, sucede lo mismo.

Medellín y Bogotá merecen un análisis especial. En la capital antioqueña, la reducción de los niveles de homicidio tiene que ver con acuerdos entre organizaciones criminales (remanentes de La Oficina y el clan Úsuga) producto de una cierta debilidad y de la presión de las autoridades. El informe señala, citando a otra fuente, que “llama la atención que las organizaciones privilegien las rentas ilegales a las disputas”. En Bogotá, el homicidio está relacionado con riñas, atracos y con dinámicas asociadas al crimen organizado, pero este último es el que hace la diferencia, específicamente por las disputas por los expendios de drogas.

El informe concluye advirtiendo que la zona más afectada por los homicidios en el país en 2015 pertenece al eje que tradicionalmente ha sido de los Urabeños o clan Úsuga. “Mantienen su influencia en las regiones que lograron consolidar, especialmente en Antioquia (…) pero llama la atención que no se han afianzado en una parte importante que fue de los Rastrojos: Putumayo, Nariño y Cauca. Estos son escenarios que el Estado podría asegurar si se consolida el proceso de paz con las FARC”, dice Escobedo. Para la FIP también es prioritario intervenir áreas en donde el ELN buscaría llenar espacios que dejen libres las FARC o donde puedan competir con los Úsuga.

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