FIP Opina / 3 de julio de 2015 / Tiempo de lectura: 10 min.

Liderazgo empresarial por la paz de Colombia

La manera como la empresa asume la paz en el día a día y la forma como visualiza su capacidad de transformar realidades marcadas por el conflicto armado, es definitiva.

Esta columna se publicó el 3 de julio de 2015 en interpeace-lao.org Leer columna original
  • Autore/as
  • Ángela Rivas Gamboa
    Ángela Rivas Gamboa FIP Alumni
  • María Victoria Llorente
    María Victoria Llorente Directora Ejecutiva
Descargue la versión en español.

En Colombia, la participación del sector empresarial en la construcción de paz no ha sido masiva pero sí ha sido objeto de numerosas publicaciones e intentos de documentación. En las últimas décadas, el país ha sido escenario de estrategias con participación de empresas que van desde iniciativas de generación de ingresos para excombatientes y víctimas, hasta apuestas de desarrollo en lo local, incluyendo la adopción de sistemas de gestión atentos a los derechos humanos y la construcción de paz.

Estas experiencias dan cuenta de modelos de trabajo y ofrecen lecciones aprendidas que es importante tener en cuenta cuando estamos ante la oportunidad de cerrar un conflicto armado de más de 50 años por la vía negociada con la guerrilla de las FARC. Hacer de este momento una verdadera oportunidad, pasa por reconocer que una paz sostenible, requiere reconocer el camino recorrido así como apuestas creativas y ambiciosas. Para contribuir efectivamente, el sector empresarial debe fortalecer lo que viene haciendo y seguramente sumar nuevos frentes de acción, pero sobre todo debe aproximarse a la paz de manera innovadora y audaz.

Esto no necesariamente implica enormes inversiones económicas o la generación de millares de empleos para los desmovilizados de la guerrilla. Es posible que algo de esto se necesite. Pero la sostenibilidad de la paz en Colombia demanda un cambio de chip y una transformación sustancial en algunas estructuras y pilares sobre los que se ha construido el estado actual de cosas en el país. La paz requiere trabajo en la integración territorial y la superación de exclusiones históricas. Es decir, la ampliación de la ciudadanía y la democracia. Al mismo tiempo, la paz necesita que los colombianos seamos capaces de pasar la página y de refundar, en el buen sentido de la palabra, un país que elimine la violencia de su repertorio de medios para manejar diferencias.

La paz sostenible, siguiendo a Reychler y Stellamans[1], es una realidad política que puede ser creada y cuya construcción demanda, entre otras cosas, la existencia de una masa crítica de líderes comprometidos. En Colombia, los empresarios pueden hacer parte de este liderazgo. Su participación en la transformación del país, en el rompimiento de círculos viciosos que alimentan el conflicto y el surgimiento de círculos virtuosos que amplíen la ciudadanía y el goce de derechos[2], es no solo deseable, sino necesario.

La sostenibilidad de la paz en Colombia demanda una transformación sustancial en algunas estructuras y pilares sobre los que se ha construido el estado actual de cosas en el país.

Las transformaciones que encierra la construcción de una paz sostenible en Colombia se pueden asimilar a las grandes transformaciones que han tenido como escenario algunos países asiáticos, de Europa del Este, e incluso en Irlanda y Sudáfrica. Es claro que evoluciones de esta envergadura tomarán años o incluso décadas y requerirán de un gran esfuerzo colectivo, pero como lo ha mostrado la Historia, bien vale la pena.

La pacificación de Colombia

Desde hace poco más de una década, Colombia ha vivido un proceso de pacificación y de construcción del Estado Nación. La terminación por la vía negociada del conflicto armado con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), es un elemento fundamental para este proceso ya que permite de manera efectiva dar un salto cualitativo en la pacificación y plantea nuevos escenarios de integración a la vida nacional de aquellas regiones que han sido epicentro del conflicto.

Por eso, el proceso de negociación de paz entre el gobierno colombiano y las FARC es también una oportunidad para pensar y construir un mejor país. Estamos frente a la posibilidad de cerrar círculos viciosos de violencia, exclusión y conflicto, para dar paso a círculos virtuosos de ampliación de la ciudadanía y goce de derechos. Una transformación de esta magnitud sólo es posible con el compromiso activo del Estado, la sociedad civil y el sector empresarial. Este compromiso debe encaminarse a la ampliación y garantía de derechos consagrados en la Constitución de 1991 y a la inclusión e integración de esa Colombia profunda que por décadas ha sido epicentro del conflicto armado y ha permanecido ajena a la construcción de ciudadanía y Estado.

La paz necesita que los colombianos seamos capaces de pasar la página y de refundar, en el buen sentido de la palabra, un país que elimine la violencia de su repertorio de medios para manejar diferencias.

El nuevo Plan Nacional de Desarrollo aprobado por el Congreso habla de tres Colombias: la próspera, la intermedia y la rural[3]. La construcción de paz pasa por superar las brechas que separan a estas tres versiones de nuestro país. En particular, aquellas que median entre la Colombia próspera y la rural. El concepto de la “paz territorial” que ha propuesto el gobierno como una de las características diferenciadoras de la paz a la colombiana[4] , invita a pensar precisamente en el cierre de brechas territoriales y en la generación de condiciones reales en lo local para el goce de derechos y la ampliación de ciudadanía.

En su apuesta por el desarrollo local y la sostenibilidad de la paz, la noción de paz territorial ofrece claridades importantes. Primero, que es urgente desarrollar un trabajo articulado en el territorio y para hacerlo se debe construir confianza y promover el diálogo entre los diferentes actores que intervienen en un mismo territorio (autoridades locales, sector empresarial, organizaciones de la sociedad civil, líderes comunitarios y comunidades).

Segundo, que las intervenciones en el territorio deben incorporar el enfoque de acción sin daño, apuntar a la generación y fortalecimiento de capacidades locales para la paz y propender por ampliar la democracia y el goce de derechos. Esto resulta indispensable para avanzar de manera efectiva en la transformación de los elementos que alimentan el conflicto y el uso de la violencia como medio de regulación social y económica.

Sector empresarial y paz

En su estrategia de empresas y paz el gobierno ha planteado tres líneas: 1) contar con lineamientos claros en cuanto a debida diligencia y acción sin daño, 2) implementar alianzas público-privadas que contribuyan al desarrollo local y la ampliación de la democracia y 3) emprender acciones encaminadas a la reconciliación. La definición de líneas de trabajo es vital, pero no lo es todo. La manera como la empresa asume la paz en el día a día y la forma como visualiza su capacidad de transformar realidades marcadas por el conflicto armado, también es definitiva.

Varias de las experiencias de trabajo empresarial en construcción de paz que se han documentado en el país, muestran que apostarle a la construcción de paz desde las empresas no necesariamente implica entregar más recursos económicos. Apostarle a la paz implica buscar alternativas de trabajo que efectivamente transformen realidades y contribuyan a superar elementos que han alimentado y mantenido el conflicto en nuestro país. Una empresa puede aportar más a la paz privilegiando la participación en sus intervenciones, que donando millones de pesos a iniciativas que perpetúan el acceso restringido a derechos y ejercicios limitados de ciudadanía.

Alternativas empresariales: diálogo e imaginación

¿Qué enfoques de trabajo pueden orientar una intervención del sector empresarial verdaderamente transformadora? Un primer enfoque lo tomamos de John Paul Lederach, uno de los grandes pensadores contemporáneos sobre la construcción de paz. Y va así: “Lo importante es tener la habilidad de reunir a un grupo de personas improbables (…) Considero que el reto en el trabajo de construir paz es crear relaciones de calidad entre personas que no piensan igual»[5].

Apostarle a la paz implica buscar alternativas de trabajo que efectivamente transformen realidades y contribuyan a superar elementos que han alimentado y mantenido el conflicto en nuestro país.

Una investigación reciente sobre los roles que diferentes actores estarían dispuestos a asumir y esperarían que otros asuman de cara a la construcción de paz, muestra las dificultades que existen hoy en día para reconocer en otros, interlocutores válidos y agentes de cambio positivo[6] . La dificultad para entablar diálogo entre actores diferentes es precisamente uno de los grandes retos que enfrentará el sector empresarial cuando le apueste a la paz en lo local.

Más aún, en el marco de la propuesta de paz territorial que ya mencionamos, la búsqueda de nuevas formas de gobernanza que se funden en la definición participativa del desarrollo en lo local, será una prueba ácida para la apuesta empresarial por una paz sostenible. Es precisamente en lo local y en la necesidad de contribuir a la ampliación de la democracia, que el sector empresarial junto con otros actores deberán enfrentar la tarea nada sencilla de promover un diálogo entre improbables. Aunque difícil, si se logra habremos dado pasos importantes hacia la reconciliación.

Un segundo enfoque tiene que ver con la creatividad, apertura y voluntad de cambio. No sólo para entablar ese diálogo entre improbables, sino también para enfrentar los grandes retos sociales y políticos. En este sentido gana relevancia la idea de la “imaginación moral” propuesta por Lederach, la cual sintetiza el entendimiento de este autor sobre la construcción de paz en estas palabras: “… la capacidad de imaginar y generar iniciativas y respuestas constructivas que, a pesar de estar enraizadas en los retos del día a día de la violencia, la trascienden y en últimas rompen patrones y ciclos de destrucción”[7].

Esta noción recuerda la de “valor compartido” de Porter y Kramer tan reconocida en el mundo empresarial: “El concepto de valor compartido puede ser definido como las políticas y las prácticas operacionales que mejoran la competitividad de una empresa a la vez que ayudan a mejorar las condiciones económicas y sociales en las comunidades donde opera. La creación de valor compartido se enfoca en identificar y expandir las conexiones entre los progresos económico y social”[8] .

La invitación que hacen Porter y Kramer a las empresas para que reconcilien su competitividad y el mejoramiento de las condiciones sociales y económicas de las comunidades cercanas a sus operaciones; así como su llamado a la creatividad y la innovación para buscar soluciones a los problemas que aquejan su entorno de operación, puede ser muy útil para pensar cómo pueden contribuir a generar condiciones propicias para la paz.

Más allá de las diferencias que hay entre imaginación moral y valor compartido, en ambos casos la clave está en responder de manera creativa y sostenible a problemas y retos cotidianos. La hora de la verdad en la construcción de paz está en lo local y en la capacidad que tengamos de superar o no los efectos del conflicto armado en la cotidianidad.

Consideraciones finales

La sostenibilidad de la paz demanda de una masa crítica de líderes con apuestas transformadoras e innovadoras. Los empresarios claramente pueden jugar este rol de liderazgo. Los enfoques planteados pueden servir de inspiración a la hora de pensar en iniciativas que efectivamente ayuden a pasar la página del conflicto armado con las FARC.

La hora de la verdad en la construcción de paz está en lo local y en la capacidad que tengamos de superar o no los efectos del conflicto armado en la cotidianidad.

Más aún, de cara a los retos que enfrentaría el país en el caso de que se firmara un acuerdo con las FARC, puede ser deseable que los empresarios incluso consideren involucrarse de manera más amplia. Por ejemplo que, independientemente del área de influencia de sus operaciones, busquen llegar a las zonas que urgentemente reclaman acciones orientadas hacia la paz. En este sentido, se puede echar mano de la filantropía transformadora o incluso aludir a deberes éticos y morales como colombianos. Mucho se ha dicho que la firma de los acuerdos no es el punto de llegada, sino por el contrario el punto de partida y una oportunidad para tomar las decisiones correctas para transformar el país. El concurso y liderazgo de los empresarios en este esfuerzo es definitivo.

[1] Reychler, L. y Stellamans, A. (2005). Researching Peace Building Leadership (Vol.71, No.2°) Hungary: Cahiers Internationale betrekkingen en vredesonderzoek (Hungary).

[2] Ver James Robinson y Daron Acemoglu Por qué fracansan los países: Los orígenes del poder, la properidad y la pobreza Edito - rial Planeta Bogotá 2012 Ver James Robin - son y Daron Acemoglu Por qué fracansan los países: Los orígenes del poder, la properidad y la pobreza Editorial Planeta Bogotá 2012.

[3] . Ver http://www.elespectador.com/ noticias/politica/gobierno-busca-redu - cir-desigualdad-el-plan-nacional-de-articulo-544968

[4] Ver Sergio Jaramillo “La Paz Territorial” http://www.altocomisionadoparalapaz.gov. co/herramientas/discursos/Documents/La PazTerritorialversionfinal.pdf

[5] Ver Sergio Jaramillo “La Paz Territorial” http://www.altocomisionadoparalapaz.gov. co/herramientas/discursos/Documents/ LaPazTerritorialversionfinal.pdf

[6] Perspectivas y Aportes Empresariales par al Construcción de Paz Fundación Ideas para la Paz, Instituto Catalán Internacional para la Paz y Cámara de comercio de Bogotá. Bogotá 2015.

[7] The Moral Imagination: the art and soul of building peace, Oxford University Press 2005 pp.29

[8] La Creacion de Valor Compartido, Harvard Business School Publishing Corporation 2011 pp.6

Palabras clave: Posconflicto / paz

 

Etiquetas destacadas