En los barrios tumaqueños, alejados de los sitios seguros donde pululan los agentes de la DEA y los oficiales de interdicción, se está viviendo una crisis humanitaria que ha dejado cerca de 1.500 desplazados intraurbanos en los últimos tres meses.
De cara al posconflicto, urge fortalecer los registros y los controles sobre los sectores que manejan armas de fuego, como el de vigilancia y seguridad privada, y hacer grandes esfuerzos para combatir el mercado ilegal que nutre el accionar de los actores armados ilegales.
El nuevo boom de la coca no parece tener una relación estadística con la expansión del homicidio, pero en algunos municipios, la disputa por el control de la economía cocalera si sigue disparando los asesinatos.
Las FARC entregó más de 7.000 armas a la ONU en su proceso de transición a la vida civil, pero aún quedan miles más en las ciudades, los municipios, el campo que generan violencia
Las cifras señalan un descenso en los homicidios, pero esto no se ha dado en todo el territorio colombiano.
María Victoria Llorente, directora ejecutiva de la FIP, habló con ¡Pacifista! sobre la tasa de homicidios en Colombia y los desafíos para reducirla
Culpar al paramilitarismo no explica las reales dimensiones de las muertes de líderes sociales. Las agresiones son numerosas, diversas y por lo tanto exigen seguimiento separado y medidas diferenciadas por parte del Estado.
Parte del argumento de quienes se oponen al proceso de paz consiste en un amargo presagio: a este pacto de impunidad seguirá otra oleada de violencia. Análisis sobre las posibles causas de un nuevo fogonazo de terror y si estas tienen asidero tanto en los datos como en la historia
En medio del proceso de paz, Colombia alcanzó en 2015 un nuevo record en la disminución de la violencia letal, al llegar a una tasa de 26,4 por cada 100.000 habitantes
Mientras que el conflicto armado se desactiva – al menos con las FARC -, distintas economías criminales se consolidan en los territorios. Esta es la “nueva” cara de la violencia en Colombia: menos ligada a la guerra pero todavía dependiente del orden criminal; más selectiva, fragmentada, de bajo perfil y concentrada en la periferia. Su hilo conductor: un Estado que continúa delegando sus funciones más básicas, que ha hecho poco por reducir la impunidad, pero que ha dado pasos en “domesticar” las expresiones criminales más visibles y violentas.