Noticias / 23 de octubre de 2017 / Tiempo de lectura: 7 min.

Encuesta: Ocho de cada diez colombianos temen ser víctimas de homicidio

Aunque Colombia ha logrado reducir significativamente su tasa de homicidios durante los últimos 27 años, los ciudadanos siguen teniendo cercanía con la violencia letal.

La mayoría de los colombianos continúan estando a favor de una salida
negociada al conflicto armado (55%) –no solo con las FARC, sino también con el ELN– y opinan que, tras la firma del Acuerdo de Paz, los homicidios disminuirán (44%) o permanecerán iguales (41%). Contrario a la preocupación que han manifestado sectores adversos al proceso de paz, solo uno de cada diez ciudadanos cree que la violencia letal aumentará luego de la firma de los acuerdos.

Sin embargo, los homicidios siguen teniendo gran impacto en la vida cotidiana y el entorno de los colombianos, según una encuesta reciente que la Fundación Ideas para la Paz (FIP) encargó al Centro Nacional de Consultoría, en el marco de la iniciativa regional para la reducción de los homicidios “Instinto de Vida”. El 61% de los encuestados afirma tener conocimiento de al menos un asesinato en su barrio durante los últimos 12 meses y el 78% siente temor de ser una víctima directa. La gran mayoría asocia este temor a la delincuencia común (85%) seguido por los conflictos entre grupos criminales (17%).

En cuanto a las respuestas del Estado, el 70% afirma que el gobierno debe invertir en prevención –como oportunidades de educación y trabajo–, mientras que una tercera parte señala que deben aumentar los castigos contra los delincuentes.

Teniendo en cuenta estos hallazgos, para la FIP resulta clave no sólo consolidar los impactos positivos de la desactivación progresiva del conflicto armado, sino responder a los desafíos vigentes, en especial a la inseguridad ciudadana y la delincuencia común.

La salida negociada y su impacto positivo en los homicidios

Terminar el conflicto armado a través de una negociación sigue teniendo un apoyo mayoritario, lo cual no solo incluye al proceso con las FARC sino también a la mesa de diálogo con el ELN. Esto se expresa principalmente entre hombres, jóvenes, adultos mayores y en ciudades intermedias y territorios rurales. En cambio, el apoyo es claramente minoritario en las grandes ciudades y en estratos altos.

El 57% de las personas que son optimistas frente a las negociaciones han presenciado homicidios en su barrio durante el último año, pero se inclinan por soluciones preventivas para contrarrestar este flagelo. En cambio, el 68.5% de quienes no apoyan la negociación y tuvieron conocimiento de homicidios en sus barrios, sienten mayor temor de ser víctimas de este delito y se muestran más cercanos a políticas de “mano dura” para enfrentar el problema.

El optimismo sobre los beneficios del Acuerdo de Paz con relación a la disminución de homicidios, se entiende si se miran el número de muertes asociadas a la confrontación armada que pasó de 1.710 combatientes en 2007 a 440 en 2016. Además, la tasa de homicidios nacional en este último año se ubica ocho puntos por debajo de la del 2012, año en que comenzaron formalmente los diálogos de paz entre el Gobierno y las FARC.

Un punto a destacar es que en medio de la campaña por el plebiscito por la paz y más recientemente en el inicio de la competencia electoral, sectores que se han opuesto al proceso con las FARC han buscado infundir temor, mostrando un escenario de deterioro de la seguridad. Sin embargo, esta idea parece tener poca acogida entre los encuestados (12% consideran que los homicidios aumentarán), independientemente de si están de acuerdo con la salida negociada o han tenido conocimiento de homicidios.

El temor a ser asesinado está ligado a la delincuencia común

Seis de cada diez entrevistados afirma que en su barrio ocurrió al menos un homicidio durante el último año –28% dice que una o dos veces al año, 20% una o dos veces al mes y 13% una dos veces a la semana–. Estos resultados son preocupantes y muestran la cercanía de los ciudadanos con la violencia. Una reciente encuesta realizada por el Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP) de la Universidad de Vanderbilt para la campaña “Instinto de Vida”, muestra que este número sería comparable con países como Brasil y Venezuela, que enfrentan una situación de violencia urbana intensa.

A la pregunta: “pensando en su vida diaria ¿cuánto temor siente de ser víctima directa de homicidio?”, el 30% de los encuestados respondió que “mucho”, el 26% “algo de temor” y el 22% “poco temor”. Esta percepción está relacionada mayoritariamente con la delincuencia común (85%), mientras que la desmovilización de integrantes de las FARC solo registra el 6%. Ese temor presenta pocas variaciones entre edades y estratos. Sin embargo, hay que decir que las mujeres tienen mayor temor asociado a la delincuencia, así los datos oficiales muestren que se ejerce mayor violencia sobre los hombres.

En las ciudades principales el temor a ser víctima de homicidio por la delincuencia común (88%) es mayor al del resto del país (82%), a pesar de que allí los homicidios por atraco vienen cayendo: hace una década representaban el 9.6% de todos los casos y el año pasado el 6.3%. Bogotá fue la ciudad que más aportó a este logro, pues las muertes por atraco pasaron del 11% al 3.7%. Cali y Soledad (zona metropolitana de Barranquilla) también tuvieron mucho que ver.

La FIP revisó los registros de la Policía para saber qué relación hay entre el temor de los encuestados y la delincuencia común, y encontró que, del total de homicidios ocurridos en el 2016, solo el 5.2% fueron resultado de un atraco. Se suma que, en gran parte de las ciudades principales, la violencia asociada a la delincuencia común viene reduciéndose. Esto quiere decir que el temor de los encuestados no se corresponde con el escaso número de homicidios normalmente asociados con la delincuencia común. En todo caso, es importante mencionar que en el país solo llegan a esclarecer dos de cada diez homicidios.

Llama la atención que solo el 7% de las personas encuestadas asocian el temor a problemas de convivencia, mientras las cifras de Medicina Legal y de la Policía muestran un porcentaje alto de homicidios como consecuencia de este fenómeno.

Los resultados de la encuesta revelan que aun cuando el país ha logrado reducir significativamente su tasa de homicidios durante los últimos 27 años, el problema de la violencia letal sigue vigente. Con una tasa de 25.2 por cada 100.000 habitantes en el 2016, Colombia aún supera la tasa de América Latina, que está alrededor de 21 y algunas de sus ciudades se encuentran dentro de las 50 más violentas del mundo. A esto se suma que la institucionalidad del país carece de consensos en relación a los factores que se encuentran detrás de los homicidios.

Los desafíos que enfrenta Colombia han cambiado. Mientras que los homicidios asociados al conflicto armado pierden fuerza, otras violencias ganan visibilidad. Por eso, la preocupación de los colombianos por la seguridad en sus municipios y barrios, asociado con la delincuencia común y los problemas cotidianos, toma notoriedad luego de la firma de los acuerdos de paz.

La solución: más prevención que castigo

Los encuestados tienen una fuerte preferencia por las medidas de prevención, lo cual coincide con los resultados de la encuesta LAPOP/Instinto de vida en los seis países más violentos de la región (Brasil, El Salvador, Guatemala, Honduras, México y Venezuela). Este punto de vista resulta prometedor ya que, según la evidencia, las estrategias más eficaces son justamente las que buscan prevenir los homicidios de manera temprana y ligada a entornos familiares, escolares y comunitarios.

El Gobierno Nacional, las autoridades locales y especialmente los candidatos presidenciales deben prestar atención a este mensaje que manda la ciudadanía. Contrario a las medidas que prometen mejorar la seguridad apelando al endurecimiento de los castigos y las que privilegian la represión, en el mediano y largo plazo la única manera para lograr disminuir los homicidios en Colombia es invertir en las nuevas generaciones, lo cual implica tomar en serio la prevención. Ya logramos apagar un incendio, ahora es necesario preparar el terreno para una nueva siembra.

Esta nota se publicó en El Espectador
 

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