En medio de una reñida campaña presidencial, el aumento en las hectáreas de coca podría revivir las fumigaciones y endurecer otra vez la “guerra” contras la drogas. ¿Cómo reducir los cultivos sin hacer daño a la paz y al desarrollo?
¿Cómo responder de manera efectiva al carácter cambiante del conflicto armado en la región, a su nexo fluido con el crimen organizado y a la rapidez con la que se consolidan, fragmentan y asocian viejas y nuevas expresiones criminales?
Desde hace por lo menos diez meses, este municipio de la costa pacífica nariñense, sufre una situación humanitaria de la que poco se habla.
Daniel Rico, investigador asociado de la FIP, explica en esta entrevista por qué el programa de sustitución de cultivos ilícitos que el Gobierno viene implementando no es sostenible.
La discusión se ha enfocado en el “trilema”: aspersión, erradicación y desarrollo rural. Pero es urgente poner el foco en otros eslabones de esta economía criminal como los insumos químicos, el transporte fluvial, los laboratorios, las finanzas de las organizaciones criminales y la corrupción.
Mientras avanza la paz con las guerrillas, se consolidan y se arraigan los grupos criminales más pequeños en regiones precisas de Colombia. Una radiografía necesaria y completa del desafío que aguarda al país durante el post-acuerdo
Ya sea por vínculos con economías ilegales, por condiciones territoriales o porque no se identifican con el proceso de paz, algunos frentes de las FARC seguirían ejerciendo la violencia. ¿Cuáles son, dónde están, qué los motiva, tendrán éxito?
Mientras que el conflicto armado se desactiva – al menos con las FARC -, distintas economías criminales se consolidan en los territorios. Esta es la “nueva” cara de la violencia en Colombia: menos ligada a la guerra pero todavía dependiente del orden criminal; más selectiva, fragmentada, de bajo perfil y concentrada en la periferia. Su hilo conductor: un Estado que continúa delegando sus funciones más básicas, que ha hecho poco por reducir la impunidad, pero que ha dado pasos en “domesticar” las expresiones criminales más visibles y violentas.
Los acuerdos de La Habana permiten pensar en poner fin a la guerra contra las drogas enfocando desde otra perspectiva lo que ha sido hasta ahora un problema de seguridad
Esta región es noticia por el reciente secuestro de tres periodistas, pero no por los asesinatos, el abandono estatal y las promesas incumplidas. La paz que quiere el Gobierno no podrá ser sin un giro de 180 grados en su modo de abordar los desafíos.