Noticias / 17 de noviembre de 2012 / Tiempo de lectura: 4 min.

¿Qué pasa con la seguridad en Cali?

En el estudio Violencia Homicida en Cali: Focos y Organizaciones criminales entre 1985 y 2011, realizado por la FIP y próximo a publicarse, se encontró que contrario a lo que ha sucedido en ciudades como Medellín y Bogotá –que han logrado reducir los homicidios–, en Cali, durante los últimos 25 años, se mantienen los altos niveles. Según lo explicó el analista de la FIP, Rodolfo Escobedo, durante un conversatorio sobre criminalidad y políticas públicas, estos niveles son iguales a los que se llegó a inicios de los noventa, durante la transición entre el Cartel de Cali y el Cartel del Norte del Valle.

Los altos índices de homicidios tienen relación directa con estructuras criminales. Conversatorio en el periódico El Pueblo.

En el estudio Violencia Homicida en Cali: Focos y Organizaciones criminales entre 1985 y 2011, realizado por la FIP y próximo a publicarse, se encontró que contrario a lo que ha sucedido en ciudades como Medellín y Bogotá –que han logrado reducir los homicidios–, en Cali, durante los últimos 25 años, se mantienen los altos niveles. Según lo explicó el analista de la FIP, Rodolfo Escobedo, durante un conversatorio sobre criminalidad y políticas públicas, estos niveles son iguales a los que se llegó a inicios de los noventa, durante la transición entre el Cartel de Cali y el Cartel del Norte del Valle.

“En Cali, entre 1992 y 2004, los niveles se situaron por encima de los ochenta por cada cien mil, y si bien a partir de 2005 bajaron levemente, en ningún caso lo hicieron por debajo de los 67.1 (tasa calculada con base en cifras del Instituto de Medicina Legal de 2008)”, dice el informe. La razón no es otra que la presencia continua del narcotráfico. Primero fue el Cartel de Cali, luego el del Norte de Valle y finalmente, la conformación de estructuras criminales que se metieron de lleno en el ADN de la ciudad.

Para Escobedo, los altos niveles de homicidios se explican a partir de las relaciones entre el narcotráfico y el espectro delincuencial y criminal, lo que sustenta la existencia de patrones de concentración del homicidio. En el caso de Cali se toman en consideración las oficinas de cobro, organizaciones de limpieza, bandas delincuenciales y pandillas. Para María Victoria Llorente, las pandillas no están aisladas del crimen y son responsables, en gran medida, de que se mantengan los altos índices de homicidios en la ciudad.

Durante el conversatorio, Juan Carlos Ocampo, director de la Oficina de Derechos Humanos de la Personería de Cali, aseguró que uno de los sectores de la ciudad que más ha sido azotado por el fenómeno de las pandillas, es el oriente, donde estos grupos crecen aceleradamente. Mientras se avanza en la identificación de cada uno de ellos, por otro lado, día a día aumenta el número de integrantes. Según Ocampo, por año se conforman alrededor de 6.7 pandillas en sectores puntuales, lo que equivale a 201 en 2012.

Entre tanto, Álvaro Guzmán, director del Centro Interdisciplinario de Estudios Región Pacífico, CIER, precisó que cerca de 2.800 jóvenes pertenecen a las pandillas y que Siloé es la zona que más aporta “personal”, con un total de 450 jóvenes. Cerca del 97% de estos grupos están en un sector concreto y solo un 5% opera en toda la ciudad, debido a su relación con las bandas criminales.

El consumo de drogas también ha aumentado, a pesar de que el expendio ha sido golpeado con fuerza por las autoridades. La razón es que la forma en que se distribuye la droga ha cambiado de modalidad. “Esto quiere decir, que las ollas mayores recogen a los pequeños expendios que han sido golpeados, lo que produce una pulverización de los expendios callejeros que diluyen el control de las autoridades”, dijo Llorente.

Con relación a la aplicación de medidas para combatir la violencia homicida en Cali, la directora de la FIP analizó los efectos reales de la restricción del porte de armas y la veda de licor. “Restringir el porte de armas es importante cuando se sabe que el 95% de los homicidios se comenten con arma de fuego. Sin embargo, en Cali, así como sucede en Bogotá, esta medida no funciona por culpa de la estrategia que se utiliza para aplicarla”, explicó Llorente. La FIP centró su análisis en los resultados que se obtuvieron durante tres días en agosto de este año, en la comuna 16.

La FIP también analizó el impacto de la veda de alcohol partiendo de la relación entre venta, consumo y violencia, con datos entre 2007 y 2011. “Se encontró que la única relación, apenas intermedia, se da entre la venta y la violencia. Cuando se incluye la variable del consumo (que en este caso se midió por el volumen de venta de cerveza), la relación no existe”, dijo Llorente. El problema real es lo que sucede en el espacio público y el mantenimiento del orden en ese espacio público, que al final, impide que las restricciones bajen los índices de homicidio.

Este conversatorio fue organizado por la Unidad de Acción Vallecaucana, la Fundación Ideas para la Paz, el Instituto de Pensamiento Liberal y el periódico EL PUEBLO de Cali. Otros de los invitados fueron Nicolás Orejuela Botero, Secretario de Educación de la ciudad y Fabio Cardozo, asesor de paz del Valle.

 

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